La discapacidad intelectual es una forma diferente de ser, una condición diversa de estar en el mundo, que se manifiesta antes de los 18 años y se caracteriza por un cociente intelectual inferior a 70 puntos y dificultades en habilidades para adaptarse a la vida corriente, en áreas como comunicación, cuidado propio, vida en el hogar, habilidades sociales, uso de la comunidad, autodirección, cuidado de la salud y seguridad, necesidades educativas específicas, ocio y trabajo.
Estas dificultades específicas no deben definir a la persona con esta diversidad de ser ya que, como en cualquier otra persona, conviven con puntos fuertes en otras habilidades o capacidades. Con apoyos adecuados y sostenidos el tiempo necesario, el funcionamiento global de la persona con discapacidad intelectual le permite desarrollar una buena calidad de vida.
La tarea primordial es detectar las limitaciones y capacidades en función de la edad de la persona y de sus expectativas futuras, con el fin de proporcionar los apoyos necesarios en cada una de las dimensiones o áreas en las que la vida de la persona se expresa y se expone. Con apoyos continuados, generalmente, se mejora la evolución vital de la persona con discapacidad intelectual.
¿Cómo se origina?
A pesar de que existen 750 síndromes genéticos reconocidos que pueden cursar con alteraciones en el funcionamiento intelectual, la capacidad de adaptación, etc., aún hoy día, no se conoce la causa que origina la discapacidad intelectual en gran parte de los casos en los que se manifiesta. Los datos sobre las causas de origen no genético son difíciles de precisar; pueden producirse durante el embarazo, en el parto o a lo largo de los primeros años de vida.
La aparición de la discapacidad intelectual no puede ser definida por un elemento único; como en cualquier persona, las capacidades se conforman por la conjunción de una serie de condiciones, tanto inherentes a la persona (herencia genética, experiencias y aprendizajes que modelan sus rasgos de personalidad, etc.) como vinculadas a su relación con el entorno, físico y social, así como de los recursos de los que dispone o de los que carece para afrontar esa relación.
Dado que la discapacidad intelectual se manifiesta cuando una persona con necesidades de apoyo significativas interactúa con el medio que le rodea, depende, fundamentalmente de las barreras u obstáculos que se encuentre en ese entorno. Según éste sea un más o menos facilitador, la discapacidad tendrá diferentes expresiones en la vida cotidiana. Y en base a las necesidades que surgen de esa interacción, podremos delimitar, siempre contando con la percepción de la propia persona con discapacidad intelectual, los apoyos adecuados en cada momento y en cada situación.
Al hablar de discapacidad intelectual, debe hacerse hincapié, más que en las limitaciones, en los apoyos que precisa la persona para vivir una vida propia, de calidad, en relación con los demás. Esos apoyos son los recursos y estrategias que hacen falta para que se produzca la mayor adaptación posible del medio a la persona, en busca de su mayor bienestar. En base al tiempo necesario de los apoyos, se clasifican en: intermitente, limitado, extenso y generalizado.
¿Qué no es la discapacidad intelectual?
La discapacidad intelectual no es una enfermedad ni una afección ni un defecto, no se sufre ni se padece, no es un problema ni una minusvalía ni una incapacidad ni una deficiencia ni un retraso. Y las personas que tienen discapacidad intelectual no son discapacitadas ni minusválidas ni deficientes, tampoco son ‘pobrecitas’ ni superpersonas.