El arte de cuidar o la ética del cuidado

04/05/2015

En la ética del cuidado, se realizan acciones encaminadas a dar respuesta a necesidades básicas de una persona que no puede cubrirlas por sí sola. Y, en ese proceso, tienen mucha importancia los detalles, las cosas pequeñas, los gestos minúsculos que, en definitiva, son los que hacen amable la vida y la dotan de sentido.

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“Solo aquel que comprende que es incompleto, indigente y vulnerable es capaz de cuidarâ€
Maite Pérez Echarri

Cuidar: “Poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo; asistir, guardar, conservar; discurrir, pensar; mirar por la propia salud, darse buena vida; vivir con advertencia respecto a algoâ€. Son las acepciones señaladas en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), que nos advierten de la polisemia de este término de uso tan común en nuestra habla. Proviene del término latín “cogitare†(pensar, prestar atención, asistir a alguien), de ahí que coloquialmente suele entenderse como “atender con solicitudâ€. Es precisamente a lo que nos dedicamos nosotros, a cuidar y, aunque nos pueda parecer un término tan habitual, y sencillo, cuando se trata de cuidar a otra persona no es tarea fácil; muchos pensadores, filósofos, médicos, psicólogos, … de antes y de ahora, han dedicado muchos esfuerzos a reflexionar sobre lo que significa.

La responsabilidad del cuidado se deriva del respeto a la dignidad de las personas; no podemos entender ningún proyecto social hoy en día que no tenga como objeto principal el respeto a la dignidad que reconocemos hoy en todo ser humano.

Fue Carol Gilligan, psicóloga estadounidense, la que en los años 80 sacó a la palestra y profundizó en la ética del cuidado. Lo hizo criticando el modelo de desarrollo moral propuesto por su maestro Lawrence Kohlberg y desde un enfoque feminista. Kohlberg llegó a la conclusión de que las niñas, frente a los niños, tenían dificultades para llegar a los niveles más elevados de desarrollo moral. Gilligan, incluyendo niñas en sus investigaciones, concluyó que niños y niñas tienen en realidad patrones diferentes de desarrollo moral y construyó un nuevo modelo de desarrollo moral que llamó “ética del cuidado o de la responsabilidadâ€, asociándolo a las niñas, en contraste con el modelo masculino que llamó “ética de los derechos o de la justiciaâ€.

Desde el siglo XIX era el modelo ético mayoritario, que perseguía la justicia imparcial e igualitaria basándose en los derechos universales y estando aplicado al ámbito público. Sin embargo la ética del cuidado, explica Gilligan, tiene su desarrollo en la esfera privada y su agente son las mujeres. Desde este punto de vista los hombres tienden a poner el énfasis en los derechos y las normas, mientras que las mujeres suelen entender los problemas morales como un problema de relaciones que incluyen responsabilidad y cuidado. Las aportaciones de Gilligan han tenido una gran repercusión, adquiriendo nuevo valor y relevancia aquellas características tradicionalmente adjudicadas a las mujeres. Al poner el acento en el ámbito privado, la ética del cuidado permite analizar las tensiones existentes entre la esfera pública y privada.

Modelos complementarios
A pesar de las grandes diferencias que se observan en estos dos modelos, deberíamos entenderlos como complementarios, integrando los elementos abstractos y universales de la ética de la justicia, con la aportación de lo relacional con responsabilidad de la ética del cuidado. El equilibrio entre ambas, propicia que lo desterrado por la justicia del ámbito público (emociones, la voluntad, la búsqueda de la felicidad o de la perfección de vida y crecimiento personal), sea tenido en cuenta por la ética del cuidado, que lejos de concebir a los ciudadanos como separados y autónomos, los contempla en sus interconexiones, reconociendo la vulnerabilidad humana y las relaciones de interdependencia.

La ética del cuidado se sitúa en la tradición de la ética de las virtudes y de la responsabilidad, humaniza la ética de la justicia, que también es irrenunciable como mínimo exigible de dignidad humana. Parece, por tanto, que una ética del cuidado necesitaría una ética de la justicia, tanto como la ética de la justicia necesitaría la ética del cuidado. El cuidado en los contextos concretos, encierra el peligro de la desigualdad y la discriminación, por lo que sin el punto de vista del “otro generalizado†no se puede pensar en una justicia adecuada a la complejidad actual; sin embargo el “otro concreto†es un concepto crítico para limitar el discurso universalista.

En esta ética práctica se realizan acciones encaminadas a dar respuesta a necesidades básicas de una persona que por sí sola no puede hacer, y en este proceso tienen mucha importancia los detalles, las cosas pequeñas, los gestos minúsculos, que en definitiva, son los que hacen amable la vida y la dotan de sentido. El cuidado aporta una dimensión humana de relación en la que el concepto fundamental es la responsabilidad con las personas y no tanto la preocupación por su discapacidad.

Técnica y sensibilidad
Ya hemos comentado que la ética del cuidar forma parte de la ética de las virtudes, ya que la práctica del cuidar no se rige solamente por unos principios que se aplican indistintamente, sino que requiere determinadas virtudes o excelencias del carácter; el cuidar es un arte porque integra técnica y sensibilidad. Así el sentido del cuidar tendría presente la “compasiónâ€, entendida como hacer el bien, facilitando que la persona sea lo mas autónoma posible y transfiriéndole la responsabilidad sin coaccionar, manteniéndose  la propia persona en el centro de la acción.

La virtud se entiende como una fuerza inclina a obrar de manera adecuada para conseguir un fin. Los antiguos filósofos ya describieron las virtudes básicas que llevan a la persona hacia la vida feliz. Llevándolo al terreno profesional, numerosos autores han ofrecido propuestas concretas de las virtudes que el profesional tiene que cultivar para realizar bien su arte. Algunas de estas virtudes significativas para prestar un cuidado excelente podrían ser: respeto, amabilidad, alegría, paciencia, comprensión, responsabilidad, escucha, confianza, empatía, veracidad, confidencialidad, tolerancia, prudencia y humildad.

Por otro lado, en el arte de cuidar se pueden dar distintos tipos de relación:

  • Indiferencia. No reconocerle como ser humano individual, único e irrepetible. Solo es posible cuidar a otro ser humano en la superación de la indiferencia.
  • Instrumentalidad. Utilizar a las personas como medios no como fin, atenta contra la dignidad ética.
  • Amor. La relación más importante en la ética del cuidado. Todos somos sujetos activos y pasivos con capacidad y necesidad de amar.
  • Orden. Cuanto mas insegura y vulnerable se siente una persona es en el desorden. Cuidar es ayudarle a ordenar la realidad y su mundo por si misma.
  • Igualdad. A todas las personas se les debe la misma consideración y respeto. Cuidar es tratar con justicia, no de modo homogéneo sino personalizado.
  • Honor. Reconocimiento del ser humano en relación con su entorno social. Cuidar es mantener la consideración y el respeto de las personas en su dimensión social.
  • Seguridad. Mantener referencias necesarias para saber a qué atenerse. Cuidar a una persona es darle información.
  • Arraigo. Necesitamos realizarnos en un determinado contexto. Toda persona tiende a arraigarse (echar raíces) a involucrarse en ese contexto. Cuidar es acogerle en una morada, un espacio personal y propio.
  • Privacidad, espacio y pertenencias. Espacio privado donde se puede ser tal cual y protegerse de personas externas para expresar su identidad personal sin complejos ni temores. Cuidar es velar por su privacidad.
  • Libertad y responsabilidad. Ayudarle a ejercer su libertad, aunque sea en una perspectiva de mínimos. Cuidar es corresponsabilizar a las personas de sus actos y decisiones.

Además de tener en cuenta aquellos factores que garanticen el buen cuidado del destinatario, también hemos de tener en cuenta el cuidado del que cuida, ya que en el proceso no pueden verse lesionados ni los derechos de uno ni del otro. Es importante reconocer las dificultades que muestran los profesionales en su tarea de cuidar para poder dar una respuesta adecuada a las mismas. Algunas de estas puede ser el esfuerzo físico, el desgaste emocional, la duración de los cuidados, el escaso reconocimiento… Pero también es importante señalar que, aunque el cuidar  sea una actividad dura, también ofrece sus beneficios: la gratitud, la compensación interior del deber cumplido, la evolución positiva de la persona cuidada, el crecimiento de los propios valores, el aprendizaje vital…

A modo de conclusión, la ética del cuidado nos coloca en la bonita situación de poder aportar a la persona, en la relación privada y única que establecemos con ella (aunque contextualizada en las universales igualdad y justicia), aquello que necesita para llevar a cabo su proyecto vital, sus sueños, sus ilusiones, esperanzas…

COMITÉ DE ÉTICA DE GORABIDE